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Alejandro Deustua

Brasil: La Segunda Vuelta Implica Continuidad Sustancial y un Ligero Cambio en Política Exterior

Aunque la candidata del oficialismo, Dilma Rousseff, no ganó en primera vuelta las elecciones presidenciales brasileñas y la segunda vuelta podría deparar el triunfo de José Serra, la continuidad fundamental en la conducción de esa potencia emergente está asegurada salvo por la orientación de la política exterior. En efecto, si el 31 de octubre triunfara el candidato menos probable (el señor Serra del PSDB), el Brasil sólo profundizará los lineamientos de la política económica de apertura que construyó entre 1994 y 2002 Fernando Henrique Cardoso. Sin embargo, la política exterior brasileña podría modificar la intensidad de la relación actual con los gobiernos no democráticos en la región y fuera de ella, minimizar la brecha de divergencia con Occidente y reforzar la línea de participación multilateral.


Si, en principio, ello no cambiará el interés brasileño de procurarse una mejor inserción regional y global (que, dentro de la interdependencia, enfatiza una relativa autonomía), los términos de su orientación podría cambiar de curso: quizás el MERCOSUR sería replanteado, Venezuela, Bolivia y Cuba recibirían una menor prioridad, la relación con Estados Unidos podría estimularse, los vínculos con Irán se modificarían para converger con el G6 (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China), la reforma multilateral del sistema de la ONU se procuraría con mayor insistencia y una más decidida política ambiental impulsada por una eventual e hipotética contribución de la “candidata verde” Marina Silva se haría presente.


Pero el señor Serra tendría que acomodar estas divergencias con la conducción externa gestionada por el Presidente Lula a los grandes cambios sistémicos producido desde que Cardoso culminó su segundo período: la redistribución del poder global, el nuevo rol de las potencias emergentes intensificado por la crisis económica y la erosión de la influencia norteamericana en América del Sur por decir lo menos.


En cualquier caso, Brasil procurará fortalecer su creciente status, influencia y liderazgo. Si estos intereses fundamentales, cuyo origen se remonta al siglo XIX y se afianzaron en el siglo XX no serán descuidados, su sustento material será fortalecido.


Y éste proviene hoy del valor agregado por la exitosa gestión económica y social del gobierno del señor Lula, quien pocas veces ha recordado la plataforma heredada del señor Cardoso (la apertura económica y la estabilidad monetaria resumida en el plan Real) como factor determinante de la aprobación que hoy recibe del 80% de sus conciudadanos.


Pero si Lula ha olvidado circunstancialmente a Cardoso porque es su adversario político, lo ha hecho sustancialmente debido a las grandes ganancias públicas generadas durante sus dos períodos de gobierno que se resumen este año postcrisis en el incremento de la demanda interna (7.1%) a una tasa superior del nivel precrisis (5.1%), en el aumento del consumo privado (9.1%) y también de la tasa de crecimiento de la inversión bruta (13.8%).


Por lo demás los ingresos fiscales totales crecerán en el 2010 US$ 23.9 mil millones (bien por encima del 2008), la inversión extranjera será de US$ 45 mil millones (equivalente a la de ese año) y el déficit de cuenta corriente del PBI estará por debajo del 3% considerado como el estándar razonable.


Y aunque las exportaciones se han recuperado en el nivel de US$ 176.5 mil millones (por debajo del 2008), las ganancias de términos del intercambio (2.7%) han revertido claramente la fuerte caída del año pasado. Ello en el marco de un crecimiento del PBI que estará este año entre los más altos de la región (algunos estiman que alrededor del 8%) y de medidas verosímiles de contención de la inflación.


A la solidez económica que estas cifras del FMI (1) muestran debe agregarse las del bienestar social. A la reducción del desempleo se agrega la reducción de la pobreza (de 26.7% en el 2002 a 15.3% en el 2010, el declive de la desigualdad en uno de los países más desiguales del área (el coeficiente Gini cae de 0.59% en el 2002 a 0.54% en el 2010) y el incremento del ingreso real per capita (de 507.7 reales en el 2002 a 630.3 reales en el 2010) según la Fundación Getulio Vargas citada por The Economist (2).


A ello debe agregarse la expansión sustancial de la clase media y del mercado interno que hoy, sin mecanismos prevalecientes del viejo modelo de sustitución de importaciones, genera acumulación, escala y desarrollo tecnológico que sería la envidia de Prebisch. Ello le permite al mayor país de Suramérica dar un salto cualitativo en términos de desarrollo, ampliar la brecha con sus vecinos y converger con algunos países de la OCDE con fundamentos de los que careció el antiguo “milagro económico” de la década de los 60-70 del siglo pasado.


Por lo demás, bajo el gobierno de Lula Brasil ha emprendido una política de incremento de capacidades militares con propósitos múltiples ligada a mejorar sustancialmente su influencia global y a la construcción de un complejo militar industrial que forjará la matriz regional en el área.


Y lo ha hecho mientras sus empresas públicas han dado un giro a la modernidad (saliendo al mercado de capitales y, por tanto, atrayendo socios del sector privado) vinculada al escenario global sin abandonar su seguridad, al punto de que Petrobrás, Embrear o Vale do Rio Doce (en la que participa el Estado brasileño), por mencionar algunos ejemplo, son citadas como referencias de excelente gestión en el mundo liberal dejando atrás las acusaciones de ineficacia mercantilista.


Frente a esta combinación de crecimiento económico, bienestar social y desarrollo tecnológico la continuidad que propone la candidata Dilma Rousseff parece imbatible. Pero en una segunda vuelta en la que participa un eficiente representante del partido gestor de este éxito (el PSDB) y un balancer con inmenso poder (la ambientalista Marina Silva) cercana a los dos contendores, el margen de probabilidades para el desafiante se incrementan. Y con ella, una eventual variación de la orientación, mas no del rumbo general, de la política exterior que, de ganar Rousseff se consolidaría.



Fuentes:

(1)IMF: Executive Board Concludes 2010 Article IV Consultation with Brazil, August 5 2010. (2)Lula’a Legacy, The Economist, September 30, 2010.



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