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Armas Convencionales: Vendedores, Compradores y Estructuras de Poder

El comercio de armas convencionales de los últimos cuatro años tiende a confirmar ciertas premisas sobre la gestión de las capacidades de los estados y a cuestionar la apariencia de otras.


Entre estas últimas se ubican las vinculadas al conflicto en tiempos de crisis. De un lado, se entiende que la correlación entre una crisis mayor y una menor demanda de armamentos es sólida. Sin embargo, según el último informa del SIPRI (1), el comercio global de armas convencionales ha aumentado 17% en el período de crisis económica (2008-2012) en relación al período pre-crisis (2003-2007).


Este hecho parecería contrariar leyes básicas del comportamiento económico de los estados vinculadas a su poder de compra de armas si se acepta que la crisis es general y que no afecta esencialmente a los países de Occidente. Pero estas premisas no corresponden a los hechos (y el SIPRI no se preocupa de ello).


En efecto, el incremento de este tipo de comercio se debe esencialmente al comportamiento de estados parcial o escasamente afectados por la crisis y que han mantenido importantes tasas de crecimiento. Este es el caso de Asia que ha incrementado en 35% sus compras de armamentos mientras que los principales cinco compradores del mundo son todos asiáticos: India (primer importador, cuyas compras subieron 59% representando 12% del total mundial), China (segundo importador, con 6% del mercado global -cayendo de 12% en cuota y 47% en compras por volumen-, pero escondiendo la adquisición de partes y piezas que han contribuido al incremento de su importancia como principal vendedor de armas con un incremento de 162% en el período y subiendo en participación de de 2% a 5%), Pakistán (que ha reducido su participación compradora global de 5% a 2% ), Corea del Sur (que mantiene el 5% de cuota) y Singapur (que ha incrementado su cuota del mercado comprador de 1% a 4%).


De estos cinco máximos compradores, India, China y Corea del Sur tienen conflictos de límites con posibilidad de escalamiento (y Corea del Sur está en una escalada peligrosa con corea del Norte). Otros países del área con este tipo de conflictos también son importantes compradores. Pero más allá de la causalidad derivada de la conflictividad fronteriza, la conflictividad latente por influencia, status, alcance, balance y prestigio también define el comportamiento comprador en el Asia.


Esta región locomotora del crecimiento global no es, por tanto, el paraíso económico que políticos y economistas elogian y, a la luz de la realidad y voluntad de conflicto, tampoco un modelo para el desarrollo de relaciones de interdependencia que reduzcan la conflictividad.


De otro lado, si se trata de contradicción de principios, se puede afirmar que el progreso de los países asiáticos no los ha tornado más pacíficos como lo demuestran las cifras del SIPRI. Al respecto algunos podrían argumentar que no lo son porque su comercio no es plenamente abierto y porque sus estados no son liberales. La primera afirmación no es cierta o lo es parcialmente (el comercio intrarregional asiático es, después del intraeruopeo, el mayor del mundo). En cambio la segunda afirmación es casi completamente cierta salvo en los casos de India y Corea del Sur.

Estas dos excepciones demuestran que ni el liberalismo ni el libre comercio son sinónimos de pacifismo y que el conflicto sigue formando parte de la realidad de las cosas: en el ámbito interestatal, éste forma parte de la realidad asiática matizando significativamente sus múltiples esquemas de integración (incluyendo el que corresponde al TPP); y en el ámbito del status, el ejemplo asiático muestra que el incremento de capacidades sigue teniendo en la adquisición o producción de armamentos un pilar fundamental.


A su sustento contribuye la intensificación de los nacionalismos en Asia. Con una variable: la historia muestra que el nacionalismo es una función eficiente del conflicto en países en crisis y menos eficiente en economías en progreso. Asia es un ejemplo de lo contrario. Ello puede deberse a que el nacionalismo allí no está influido ni por la crisis ni por el progreso sino por la acumulación asimétrica de riqueza y de poder en un escenario histórica y prospectivamente contencioso.


De otro lado, el informe del SIPRI permite discutir la hipótesis de la redistribución internacional del poder y de la conformación de un nuevo sistema multipolar en curso (que algunos ya dan por hecho). Sin embargo, de acuerdo a la estadística presentada, el núcleo de países vendedores sigue siendo el mismo con una sola excepción: la aparición de China en un lejano quinto puesto. Si la polaridad se mide por capacidades militares y ésta, en alguna no escasa medida, por la oferta predominante de armamentos, se podría concluir que, si bien la redistribución del poder global está en pleno desarrollo, su estructura resiste la transformación y mantiene su vigencia. En efecto, durante la última década, Estados Unidos ha permanecido como el principal vendedor de armas en tanto su primacía en la participación de mercado ha descendido apenas de 31% (período 2003-2007) a 30% (período 2008-2012). Esa mínima caída puede deberse al factor de redistribución del poder, al impacto de la crisis en la industria militar norteamericana (que según esta cifra no habría sido mayor) o a una combinación de los dos factores. En todo caso, si el ritmo de descenso en el mercado de armas se asocia a la decadencia de la primera potencia, se puede concluir que en el sector ésta es menor o que el complejo militar industrial norteamericano se ha desligado de los problemas de su economía nacional.


Es más, el núcleo de ofertantes tradicionales de armas se ha fortalecido al punto de que no sólo Estados Unidos no ha perdido mercado (o lo que ha perdido es muy poco), sino que Rusia lo ha ganado (subiendo de 24% a 26% de participación). Para examinar esa evidencia debe tenerse presente que la divergencia estratégica entre ambas potencias es una instancia distinta a la estructura de ofertantes de armas y, por tanto, ésta no es afectada por aquélla. Si los vendedores de esas armas son antagonistas, esta circunstancia se reflejará más en quiénes son sus compradores, socios o aliados (como veremos) sin afectar necesariamente al núcleo.


De otro lado, el factor más importante del cambio de la estructura de ofertantes pareciera ser la aparición de China (que incrementa su participación en el mercado de 2% a 5% desplazando al Reino Unido). Sin embargo, este fenómeno es sólo parte de una más amplia y cambiante realidad: el incremento de la participación de mercado de “otros” vendedores cuyo margen es el que más se ha ampliado (de 22% a 25%). Si por su dispersión, el factor “otros” no puede definirse como una tercera “potencia” vendedora, ese factor redistributivo sí es el más dinámico (3 puntos porcentuales al igual que China vs. 2 de Rusia y 1 de Estados Unidos). En consecuencia, aunque la estructura de ofertantes principales de armas se mantiene, ésta está siendo afectada por un cúmulo de actores emergentes y no sólo por uno. Y si éstos producen y no sólo compran armas se podrá entender que el estímulo principal de esa actividad –el conflicto latente o real- se ha incrementado también si fuera posible llegar a esa conclusión considerando sólo esta variable comercial.


Esta realidad perjudica a todos. Pero como ámbito de poder perjudica más a Occidente. En apoyo de esa conclusión, se agregan la caída de las ventas de Alemania y Francia. Éstas han descendido en los últimos cinco años de 10% a 7% y de 9% a 6% en participación del mercado y 8% y 18% en volumen de ventas (con el “agravante” de que el debate alemán sobre la conveniencia de vender armas al Medio Oriente se ha intensificado limitando sus colocaciones).


Si a esa realidad se añade el descenso del Reino Unido en la estructura de ofertantes de armas, se puede constatar que aunque ésta se mantiene bajo condiciones presión ejercida por la diversificación de poder, todos los integrantes occidentales en ella han perdido participación de mercado en beneficio de Rusia, de China y de “otros” vendedores.


Como toda estructura, ésta se refleja en las interacciones de los actores sean éstos compradores o vendedores. Y tienden a organizarse si no en alianzas sí en alineamientos.


Así mientras Estados Unidos vende principalmente a pequeños o medianos países marítimos (como Corea del Sur, Australia o Taiwán) y a ricas monarquías árabe (Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, quizás Bahrein), Rusia vende prioritariamente a países continentales como India (79%) y China (69%) mientras que China tiene en Pakistán su principal comprador (55%).


A pesar de que Estados Unidos vende armas de alta tecnología –especialmente aviones- y, por tanto la calidad de sus compradores podría ser superior, a la luz de las estadísticas la superpotencia parece estar en desventaja estratégica frente a Rusia y China. En efecto, Estados Unidos sólo es principal proveedor de Corea del Sur (77%) y de Singapur (44%) entre los cinco principales compradores asiáticos (y segundo proveedor de Pakistán). Esa superpotencia debería redefinir las condiciones de sus ventas. Pero ésa es otra cuestión.


En todo caso, bajo las actuales condiciones, será difícil que Estados Unidos encuentre en América un mercado porque sus países no son grandes compradores, algunos están redefiniendo sus bases productivas (Brasil), Venezuela (el mayor comprador suramericano) adquiere principalmente de Rusia (66%) y China (12%) y….. porque en el continente americano Estados Unidos es también el principal importador (un participación en el mercado que ha crecido de 10% a 11%).


Ello dice bien claro que si América es la penúltima compradora como región (11% del total superando sólo a África que adquiere 9%) y Estados Unidos es aquí el mayor comprador, Suramérica es un poco trascendente comprador de armas convencionales. Asia (47%), Medio Oriente (17%) y Europa (15%) tienen una participación muy superior en el mercado.


De ello se concluye que son esas regiones las que establecen las condiciones del mercado, las que más compiten por cuotas de poder y las que albergan los mayores conflictos. Y si la realidad indica que algunos estados de América del Sur están muy por debajo del estándar internacional en compras de armas convencionales, es válido preguntarse sobre la conveniencia de mantener esa posición cuando algunos países no pueden control sus propios territorios.Y también cabe indagar si en la conferencia de la ONU sobre comercio de armas convencionales los suramericanos (salvo algunos como Brasil o Venezuela o Chile) debemos rasgarnos las vestiduras por nuestros supuestos excesos o, más bien, por los asiáticos.



SIPRI: Trends in International Arms Transfers, 2012 March, 2013


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