Mientras la crisis financiera en Estados Unidos continúa desbordándose, los bancos centrales norteamericano (el FED) y europeo (el BCE) siguen inyectando miles de millones a sus respectivas economías para asegurar liquidez de corto plazo, disposición crediticia de los bancos y confianza en los consumidores.
A pesar de ello la volatilidad en los mercados bursátiles no amaina en buena cuenta debido a que las tasas de interés no han bajado más de un nivel (4.25%) considerado necesario para contener presiones inflacionarias. En tanto esta situación no se revierte, algunos se preguntan abiertamente por las probabilidades de una recesión en Estados Unidos con proyección en la economía mundial. Esta disposición al pesimismo es parcialmente aliviada por la dinámica de las economías emergentes (China, India).
Aunque la CEPAL reconoce esos problemas, su diagnóstico del año es bastante más moderado y hasta optimista para América Latina.
En efecto, la CEPAL proyecta una crecimiento regional de 5.6% el 2007 y de 4.9% en el 2008 a pesar de la desaceleración norteamericana (2.2% en el 2007, 2% en el 2008), de la Unión Europea (2.9% en el 2007 y 2.5% en el 2008) y de Japón (2% en el 2007 y 1.7% en el 2008). La perspectiva moderada de la CEPAL se fundamenta en este pronóstico global de desaceleración pausada.
Pero la moderación cepalina se torna en optimismo cuando constata los buenos fundamentos de las economías latinoamericanas en general (aunque en el ámbito de una gran dispersión). Éste se traduce en seis años de crecimiento continuo y un acumulado per cápita de 24%. Y se complementa con la constatación de que la región está mejor preparada para un eventual shock externo mayor según lo indican los superávits de cuenta corriente (0.7%) y primarios y la mejoría de los términos del intercambio, de las reservas, de la relación deuda/PBI y del empleo (1). Las ventajas de la disciplina económica en un ciclo de crecimiento están a la vista a pesar de los cuestionamientos que merezca el modelo neoliberal.
De otro lado, los riesgos del 2008 se reconocen sin alarmismo en la baja del tipo de cambio, el incremento de la inflación y del gasto público. Éstos se complementan con problemas que deben ser afrontados especialmente los de competitividad (infraestructura) y educación) (2).
Si ello suena razonable, debe considerarse que las expectativas sociales en este contexto no están siendo adecuadamente satisfechas (aunque, a pesar de ello, se mantienen las expectativas económicas como ocurre en el caso peruano según las encuestas).
De otro lado, es evidente que el efecto de la volatilidad bursátil global ha impactado seriamente en nuestros mercados de valores debido a la pérdida de impulso de los precios de los minerales. Esta tendencia puede haber sido compensada por el incremento récord de la colocación de créditos en el sector privado y la reducción de la morosidad bancaria. Ello ha impulsando la demanda interna considerada, junto con el incremento de la inversión (y, en menor medida, por el crecimiento de las exportaciones) como los motores del crecimiento local.
En lo que al Perú respecta, es necesario tener cuidado, sin embargo, con el comercio exterior en tanto, según lo indica la estadística del Banco Central, en octubre los términos del intercambio revirtieron su tendencia positiva (los precios de las importaciones superaron a las de las exportaciones).
Este fenómeno, que refleja la inconsistencia de los precios de los metales, afecta a todas las economías mineras de la región. Y ciertamente está lejos de ser compensado por el incremento de las exportaciones no tradicionales (textiles, agroexportaciones, etc.) en tanto la participación de éstos en la balanza comercial, aunque creciente y exitosa, es ampliamente minoritaria.
En relación a la afluencia de la inversión extranjera, ésta ha crecido en el ámbito regional pero su distribución es muy asimétrica al interior de ella y lo es más en relación al ámbito global. En efecto la región está lejos de competir con el Asia en este sector y difícilmente se encuentre entre nuestros países un número significativo de inversionistas públicos (un nuevo tipo de agente) beneficiados por esa afluencia.
En el caso peruano, sin embargo, el TLC con Estados Unidos ha abierto grandes expectativas en relación a la recepción de inversión privada. Si bien es razonable esperar que esa inversión se incremente, es necesario estar atentos a que ésta sea nueva inversión y menos inversión reflejada en compra de activos locales sanos en tanto ello impide la acumulación del capitalista nacional (en otro ámbito, el caso Wong es una alerta al respecto).
De otro lado, si se considera que las presiones inflacionarias en la región, entre otros problemas macroeconómicos, impactarán más en aquellas economías menos disciplinadas (Venezuela, Argentina, Bolivia), será necesario estar preparados para un escenario de eventual ampliación de la brecha económica entre economías serias y las que no los son en un contexto de desaceleración.
En tanto de la amplitud de esa brecha dependerá no sólo la cohesión regional sino la percepción económica de América Latina por terceros, a partir del próximo año los esfuerzos de diferenciación nacionales y grupales estarán a la orden del día.
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