La APEC se presenta como una fuerza de integración regional de impacto global. En circunstancias de fragmentación sistémica alimentadas por el efecto de la crisis del 2008, tránsito hacia la multipolaridad y proteccionismo anunciado en Estados Unidos, bastaría que ese foro cumpliera hoy un rol de consolidación de la apertura de mercados.
De cara a la crisis occidental marcada por el deterioro de la Unión Europea (el Brexit y la reorientación oriental de Europa del Este) y la increíble emergencia del nacionalismo populista en Estados Unidos bien haría el foro Asia Pacífico en no añadir a ello la frustración de sus objetivos (p.e. la meta de integración de esa área hacia el 2020) o abundar en presentaciones épicas (la autopercepción de ser el “nuevo centro de poder”).
En efecto, si los objetivos Bogor ya debieron ser redefinidos (la integración de los países industrializados del área en el 2010 fue postergada incorporándola a la meta de integración de los países en desarrollo de la APEC en el 2020), la inmensa heterogeneidad económica y la fricción entre potencias del Asia Pacífico no convierten a esa región en un “centro de poder”. En lugar de ello quizás haya un “espacio de poder” que quisiera ser articulado por objetivos económicos plurilaterales de cumplimiento discrecional. En ese marco, el alarde sobre la capacidad única del área (54% del PBI mundial, 43% del comercio global, etc.) no parece sensato.
Por lo demás, ad portas de la frustración del TPP, que no será aprobado por el Congreso norteamericano y que debía ser uno de sus pilares de integración del área, es mejor concentrarse hoy en la establecida agenda funcional (seguridad alimentaria, modernización de pymes, inversión en desarrollo del capital humano y evaluación de la integración) y en un agenda antiproteccionista.
Para proceder, el planteamiento de que la APEC es exclusivamente un foro económico debe ser desprovisto de su fantasía.
En efecto, un eventual conflicto comercial sino-norteamericano (establecimiento de aranceles de 45%, medidas coercitivas tras la declaración de China como manipulador monetario y eventual retaliación china haciendo uso, p.e, de su extraordinaria disposición de dólares) gestado por el Sr. Trump requiere inmediata atención de los Jefes de Estado.
Ellos también deben poder evitar que se agrave la dependencia de los países menores en relación China que ya es una realidad estratégica en el área. Ésta se incrementa por la cercana exposición a los riesgos de perfomance de esa potencia y por el escasísimo crecimiento del comercio mundial (2.3% este año) como resultado de una débil demanda.
En efecto, es a los Jefes de Estado, antes que a los “líderes”, que corresponde adoptar medidas para limitar la capacidad de concentración comercial china (40% de las importaciones subregionales según la ONU) que evita que el intenso comercio intrarregional asiático (50% aprox.) se diversifique. Más aún cuando esa fuerza dominante ya se expresa en los miembros suramericanos de la APEC.
En ese marco, los integrantes de la Alianza del Pacífico deberían preocuparse también por incrementar su bajísimo comercio intrarregional (4%) y realizar su agenda de servicios si es que desean ser un competitivo interlocutor asiático antes que uno sólo expectaticio.
Al respecto los países de la Alianza bien podrían plantear a los demás miembros del foro que la cuenca debe tener en el futuro una dimensión hemisférica o, si Trump lo impide, por lo menos una de ámbito subregional ampliado que funcione en torno de intereses americanos y no prioritariamente asiáticos en el marco de la APEC.
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