La gira del presidente electo por el Cono Sur suramericano ha cumplido con los fines de toma de contacto, generación de confianza y esclarecimiento de intenciones de la política exterior que conducirá el próximo gobernante.
Teniendo en cuenta el perfil contencioso y revisionista del ex –candidato Humala y las particularidades de su triunfo electoral, el esfuerzo de toma de contacto con los interlocutores fue necesario tanto para confirmar prioridades (Brasil) como para esclarecer agendas que propicien una adecuada relación de trabajo futuro (Chile) y perfilar mejor la imagen del próximo Jefe de Estado en la percepción del conjunto de socios conosureños.
Así, la pronta disposición a la interacción ha contribuido a disipar incertidumbre y, en consecuencia, a generar confianza en el presidente electo en tanto éste se apegue al mensaje transmitido hoy en contraste con su particular ideología (cuyo potencial implementación seguirá siendo un pasivo interno y externo). De momento, sin embargo, la disposición interactiva ha contribuido, además, a generar legitimidad que la particularidad de la elección presidencial no produjo en dimensión adecuada. Ésta retroalimentará el posicionamiento interno del señor Humala.
El esfuerzo ha sido, de otro lado, un ejercicio de diseño preliminar y fáctico de política exterior de cuyo contenido explícito carecieron los programas de gobierno del ex –candidato Humala (aunque los parámetros de referencia fueron establecidos en el programa original de Gana Perú). En efecto, en el transcurso de la gira se ha adelantado los intereses convergentes que el futuro Jefe de Estado, en nombre del Perú, desarrollará con sus contrapartes.
De otro lado, teniendo en cuenta la austeridad de la comitiva del señor Humala y sus propósitos, el instrumental ofrecido para la implementación de esos intereses sólo podía ser el presidencialista. Esta realidad, sin embargo, evolucionó a una dimensión normativa en la visita a Chile donde, en lugar de subrayar los niveles institucionales de la relación bilateral, se privilegió el “canal de trato directo” entre los Jefes de Estado de ambos países.
Ello es explicable a la luz de la naturaleza de la gira y de las exigencias contemporáneas de la política exterior (que demandan de los Jefes de Estado una alta frecuencia de interacción). Sin embargo, si ese tipo de diplomacia se lleva más allá de los requerimientos estrictamente ejecutivos de la gestión externa, el proceso decisorio puede contener innecesarios niveles de riesgo para las partes.
Ello es especialmente cierto en los casos para los que se ha propuesto ese tipo de contacto con Chile: la eventualidad de contingencias críticas. Por ello es necesario que, antes de la toma de posesión del cargo, el presidente electo valore mejor la utilidad de las instancias intermedias en la relación con ese Estado y con los demás países. La disminución del peso de los elementos subjetivos en éstas contribuirá a su eficiencia y a disminuir riesgos.
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