Alejandro Deustua

22 de jul de 2020

Minimalismo Externo Natural y Nublado

La devastación de la pandemia que nos abruma no se remite a cercenar vidas en dimensiones apocalípticas, retorcer sociedades, fragmentar interdependencias o generar una extraordinaria recesión mundial. También impone contracciones de proyección externa a países chicos como se acaba de reconocer, finalmente, en el cambio de mando en Cancillería.

Si el Canciller saliente ha debido expresar que el confinamiento de la política exterior del Estado la redujo al rescate de peruanos en el exterior (una labor consular en tiempos normales), a lograr cooperación internacional para combatir al covid 19 y salvar las bases de nuestra inserción externa, es claro que la reducción de nuestro horizonte externo se define a lo anunciado por este medio: la supervivencia es la tarea del día y el primer deber del Estado.

En ese derrotero de emergencia el súbito empobrecimiento de la agenda es natural. Pero refleja carencia de miras. Especialmente si el esfuerzo diplomático se restringe a asegurar un sitio entre los solicitantes de la vacuna salvadora mediante una “alianza global” y la mayor coordinación con la OMS, si la actividad multilateral sólo se enmarca en una agenda colectiva (la Agenda 2030) y si la reinserción externa no desea reconocer que su protagonismo es limitado por la coordinación intersectorial.

Dar a conocer al respecto que el gobierno ha sostenido reuniones virtuales con vecinos y órganos subregionales sin ningún contenido digno de anuncio incrementa la oscuridad.

Al respecto, la única luz orientadora del largo plazo fue aludida por el nuevo Canciller: seguir el derrotero de la OCDE para una membresía eventual y los marcos de la ONU para el desarrollo sostenible y la lucha contra la corrupción. Al respecto debe advertirse que el aporte que podemos hacer al fortalecimiento del multilateralismo carece de las capacidades de 1944-1945 o de las innovaciones de 1968-1975. Y puede ser excesivamente absorbente.

Por ello es buena la iniciativa de reforzar el vínculo con potencias medias siempre que reconozcamos nuestra identidad estratégica –el Occidente periférico-, que el equilibrio con las potencias mayores no sea simétrico (y que su diagnóstico no es el de la “polarización”) y que seleccionamos bien los intereses realizables.

Si en ese marco la estabilidad regional es una prioridad, no parece sensato olvidar el futuro de la integración (hoy es precario) ni asegurar que el Estado cumplirá con los migrantes mientras se silencia toda referencia a la fuente bolivariana que los produce.

Y así como es necesario afrontar la larga lista de tareas de carácter socio-económico y de gobernabilidad en la agenda de desarrollo sostenible es indispensable definir qué implica una política exterior que sirva a las “demandas ciudadanas” e identificar los medios requeridos.

Mientras tanto, no distraigamos esfuerzos en atender ratificaciones de acuerdos ambiguos que deben ser precisados sin debilitar más la soberanía en territorios que requieren antes el buen implante del Estado de Derecho.

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